Una consecuencia del proyecto “La culebra se mata por la cabeza” A Salamandra, mi cielo. A Yara, mi tierra. A Juan Carlos y amigos, mi ofrenda. Cierto día a Juan Carlos le dio por meterle las manos al paisaje de Yaracuy y las uñas se le llenaron de tierra, astillas de palo seco se le enterraron en los dedos, el pulso le quedó temblando para siempre. ¿Qué paisaje y qué vida sería la misma después de entonces? Juan Carlos supo que para apreciar un paisaje no hace falta ni siquiera abrir los ojos. Solo basta ser como el paisaje, sentirse parte de él: paciente, llano, pleno, o llameante, eufórico, inevitable. Los diversos objetos de arte presentes en esta muestra son causa y efecto de esta sabiduría del paisaje. En ellos se desenvuelve toda la energía creativa de Urrutia y me hacen intuir que el propósito de su propuesta plástica consiste en una indagación, lenta y minuciosa, de este, su primer y central estremecimiento: Yaracuy. Yaracuy constituye para nuestro artista no solo su lugar de origen, raíz de todas sus inquietudes éticas y estéticas, sino también un objeto mágico que en su contemplación le hace tener la experiencia profunda (o estado de gracia) que llamamos pertenecer. Pertenecer a esa tierra -y a la Tierra- que es Yaracuy es el hálito que anima las formas y contenidos tan específicos de sus trabajos. Ellos, aludiendo a sí mismos, sobrepasan, quizás sin quererlo, sus propios códigos y su propio lenguaje, haciéndose, a mi parecer, idioma común –quiero decir, comunicado- con casi todos los seres que nacimos en este continente, o digámoslo bien, en este planeta. Ellos nos hablan de nuestro inconsciente -pasado, presente y futuro colectivo- como habitantes de un lugar, sobre nuestro modo de percibir la realidad inmediata y nuestro modo de construirla y reconstruirla. Vale decir también que en estos trabajos hay un sentir directo por la naturaleza que se agita en nosotros y nos estremece, y una capacidad de concebir formas abstractas a partir de objetos concretos que nos indica claramente el dictado de la conciencia del artista: el paisaje es un mito y la belleza una epifanía. Finalmente, paisaje y belleza son mito y epifanía de nuestra identidad. Esto así, el paisaje de Yaracuy transfigurado ya en sonidos, bolas de tierra y enramadas, es entonces fragmento de un paisaje múltiple e inhallable que es el paisaje de una cultura –cultura como modo de percibir la realidad y de sentirla- y a su vez paisaje de todas las culturas y ninguna. Es en esa tierra de nadie, en ese intersticio vibrátil en donde Juan Carlos Urrutia con esta exposición nos ubica. Entre Yaracuy y la eternidad. 06 de febrero - 15 de marzo del 2009 lobby - salas 1 y 2
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Museo Carmelo FernándezEl Museo “Carmelo Fernández”, es una institución museística de carácter multidisciplinario, orientada a la investigación, recolección, fomento y difusión de las artes plásticas regionales, dentro del contexto de ARTE VENEZOLANO. Exposiciones MCF
Diciembre 2009
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