La niñez es quizás, la etapa más creativa del hombre, ya que no existen cortapisas o censuras a la hora de idear, o de crear. El mundo de la infancia y su visión marcan el inicio del camino en una persona, y mucho más en un artista; así sucedió con Arturo Michelena y por eso el objetivo y la necesidad de esta exposición, es reconocer en la infancia el poder de la creatividad, la espiritualidad y la imaginación de nuestro pintor valenciano. Arturo Michelena recibió desde muy pequeño el apoyo de su familia en lo referente a sus aptitudes artísticas, y la mejor prueba está en estas obras, realizadas entre 1872 y 1874, donde se valora y conserva lo más sencillo; sus dibujos infantiles, una prueba o testimonio de su inocencia y su imaginación. Ese genio precoz se manifiesta también en la variedad de los temas abordados, entre los que se incluye lo religioso, lo heroico, las escenas cotidianas, las costumbres de la época, el paisaje, los animales, temas que por lo demás lo acompañarán hasta el final de sus días. Francisco de Sales Pérez, quien reconoció de manera visionaria el talento del joven Michelena, con apenas 14 años, le encarga la ilustración de su libro "Costumbres venezolanas", publicado en 1877. Temas que Michelena ilustra con un virtuosismo extremo, no exento de ingenuidad y de un humor digno del más grande de los caricaturistas de esa época. Esta exposición, es la oportunidad precisa para que todos se reencuentren con esa etapa poco conocida de Arturo Michelena, pero sumamente prolija e interesante para todos los venezolanos.
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La mesa está Servida Desde hace casi un año la mesa redonda del apartamento-estudio de Doménica Aglialoro se encuentra abarrotada de platos pintados, escudillas, telas bordadas, objetos en constante mutación, puestos a secar, a reposar, a ser observados y probados por las miradas de tres en ronda. En torno a ella me senté varias veces con Gustavo Zajac, Harry Schuster y Doménica a tomar café o vino y a tramar el hilo de una conversación que buscaba decir un algo, que en la fuente justa de la mesa, desbordada en su imposibilidad de ser articulado. He tenido la fortuna de participar como escucha en la dinámica de este proceso creativo desde sus comienzos, cuando de modo informal y jocoso le participaron a Manolo, en la oficina de la galería Spacio Zero, que montarían otra exposición juntos y de nuevo los tres, que es número de alianzas, de anudamientos, pues son tres las Moiras, tres los monos sabios, las tres Gracias, tres 'las Divinas Personas, las tres Martas, los tres mosqueteros, las tres cabezas del Cancerbero, la Pinta, la Niña y la santa María, el triángulo de las Bermudas, los tres cabritos, el nudo Borromeo, el tema del proyecto siempre estuvo humeante en el centro de la mesa, el escamoso asunto del genero difuso, de los tránsitos del cuerpo ante el ojo y la mirada propia o la ajena; serian trabajados en porcelana utilitaria sobre el blanco virginal de la loza o de la tela, cual doñitas afanadas, masculinas, femeninos, masculinos, femeninas, en labores del hogar, el punto y la costura de las tardes, con el gato moroso explayado entre las piernas y la radio al fondo, en el barro y en barroca lengua hasta tramar todo un elogio a la desmesurada. Día a día los trazos y sfumatos de las piezas se vocalizaron en una sintaxis que no serviría al sentido, sino al efecto del sentido, como el vapor de la sopera que al ser descubierta ante los comensales nos adelanta los sabores que se avecinan, ubicuas, leves y penetrantes, las palabras anticiparían lo que más tarde habría de convertirse en frágiles piezas para servir viandas torvas. El resultado ha sido esta obra indescifrable y descifrada en el retorcimiento, en la maniera oscura de la filigrana, cocinada al fuego lento en el centro justo de los tres, donde las sombras gravitan. Ahora el ojo del espectador habrá de saborear cada bocado y libar en taza honda sus tibios sabores, acaso masticar alguna piedra que le parta un diente.
"La plástica es un gran gesto que fluye obsesivo hacia el eterno drama del vacío. Pero primero hay que visitar la nostalgia que hay en una hoja de olivo, pisar de verdad en la mugre de las aceras, para poder sentir que el miedo se desplaza imperceptible hacia el dolor o el éxtasis, desde el íntimo color que cada ojo ve, que cada objeto causa en cada ojo(...). Una obra plástica que no invite a callar es cualquier otra cosa. Este trabajo de Ennio convoca un silencio que provoca a los gritos interiores más profundos. Desde un homenaje a Tápies, Ennio pinta desde sí, desde el desparpajo y la falsa pose de la figura y el dogma, desde el escandaloso o brillante silencio de las agitadas o lúgubres ciudades y pueblos con los que cada quien carga. ¿Acaso dudamos que hay música en lo insignificante? En una brocha amarilla se despierta el recuerdo más azul y más profundo de una serenata que anuncia el sol en un pedazo de ventana que luego de estar casi un siglo esperándola en una bocacalle, fue removida y lanzada a ese particular olvido que las casas viejas suelen mostrar. Un trozo de ventana olvidada pasa a ser un escudo que representa una fuerza a través de un objeto y dos colores que persiguen la emoción de un acorde al amanecer. Ennio ha visto desmaquillada a la plástica toda su vida porque vive con ella. No permite que cualquiera venga a manoseársela desde la comodidad de la crítica intelectual con sombra de eunuco, esos de segunda mano a los que no perdona Steiner. Superadas las trampas de las vanguardias y todas esas modas y tendencias de las que vive el poder, Ennio se ve en la necesidad de entregar al ojo del ciudadano común que disfrute del silencio". Israel Jiménez Emán
Instalación del pintor Luis Noguera que actualmente se exhibe en los espacios del Museo "Carmelo Fernández", resulta entre otras cosas un recorrido particularmente coherente a lo largo de su propia obra. Ya desde los primeros trabajos en papel que el artista empezó a elaborar en los años 80, se notan preocupaciones y búsquedas estéticas que tienen que ver con lo que se muestra en esta exposición-instalación: investigación en las texturas y en los intersticios de las formas naturales e igualmente en las interacciones del color. En esta última muestra que hoy se puede ver en los espacios del museo, el pintor incluye también video, arte corporal y danza. Noruega ya es dueño confiado y seguro de su propio lenguaje, y aquí observamos, pues, una suerte de travesía personal por su propia obra utilizando por ejemplo miniaturas de 10 cuadros, signos y texturas que usa en sus telas, planteados como elementos parodiaos, logrando realizar un collage de su trabajo plástico, y a la vez haciendo una propuesta y un proyecto para una futura investigación plástica. Esto me recuerda lo que había visto en el apartamento en Nueva York donde habitaba cuando lo visité en 1998. Colocaba pequeños cuadros suyos ya terminados o en proceso de creación entre los tiestos de las matas, en las mesas, en las ventanas, interactuando con otras obras de pintores que allí había, creando una especie de instalación de su propia obra a todo lo largo del apartamento. Hoy palpamos la coherencia de estas propuestas concretada en esta instalación que funciona como un todo orgánico, incluyendo la intervención plástica de las paredes del museo. Esta instalación se constituye así en una pequeña sinfonía del color y las texturas, en una investigación de las superficies, las materias y los materiales plásticos que ubican a Luis Noguera como un creador con un lenguaje propio en plena expansión y exploración de nuevos mundos y realidades plásticos. ENNIO JIMENEZ EMAN EL GESTO EN LAS MANOS DE LUIS NOGUERA “Mis manos son feas
Es desesperante la necesidad del ser humano de dejar huella de su paso por el mundo, tener experiencias, llenar nuestros instantes con ellas es lo que entendemos por vivir. Sabemos que la vida es transito, que todo tiene un fin, esa consciencia de la muerte determina nuestro afán en dejar testimonio de que nuestro viaje por aquí no fue en vano. De allí la urgencia del gesto ante el mundo, reducido a un espacio que pretendemos (con énfasis peyorativo) dominar, ya sea que este un pedazo de papel, un lienzo o una masa de tierra. La expresión personal es, visto desde esta óptica y para un ser creador, la principal motivación en la vida. Para unos la línea, para algunos la palabra, para muchos la escena… pero para todos, sin duda alguna es, la múltiple y cotidiana interacción cuerpo a cuerpo con el mundo. Un gesto es aquello que acompaña, que nos hace inconfundibles en la manera en que nos expresamos; cuando queremos dar énfasis a nuestras ideas, nuestras manos se estiran, se encogen, bailan, golpean la nada y al hacerlo, hacen visible lo invisible: se cumple la Fe. En un dibujante el gesto expresivo de sus manos queda plasmado como congelado en el tiempo. Sublime maravilla del arte, nunca envejece, nunca pasa, está; una y otra vez lo volvemos a ver y siempre es el mismo. Nos atrevemos a compararlo con Dios: nunca fue, nunca será, siempre ES. Es muy tentadora la ocasión de ver dibujos de Luís Noguera como cuerpo de propuestas, sin importar el espacio donde estén. En esta ocasión, apenas nos asomamos a la Sala 1 del Ateneo de Valencia, los dibujos se desbordan: gestos, manchas, trazos, de derraman de las paredes. Luís tuvo un plan, Plan para un Paisaje, la intervención del hombre en la naturaleza es innegable, y como harto sabemos, se le paso la mano… y que le queda al artista sino recoger los restos para contar la historia de lo que alguna vez fue y ahora es una obra gracias precisamente a lo pasado?. Ahora entendemos mejor lo que alguna vez escribió el autor… “el responsable de la creación de un paisaje es el viajero, aquel sujeto que recorre las tierras, encontrándose con los espacios geográficos y se propone hacer una compilación de sucesos, de temas, de objetos, de elementos, dentro de una obra de arte”… es su experiencia de primera mano; vivencia de ser mojado por la lluvia, quemado por el sol, rasguñado por ramas insolentes, o bien viendo llanos encendidos, dejando cenizas de carbón a su paso, ese mismo carbón que Goya pedía para demostrar que podía hacer maravillas de color, es el elegido por Noguera para sus paisajes, si paisajes en negro carbón. En estos campos planos la línea se hace punto, gota y viceversa, el punto se hace línea y hasta tupida selva, como el cabello de Luisa Fernanda, hija del artista; y cuando el pigmento, el tímido color se diluye aparecen las salpicaduras que indican la fuerza del impacto sobre un cuerpo, en este caso el papel, que resiste a la piedra o la flecha lanzada por las manos de este cazador de instantes. Dotado de un grafismo controlado, contundente y preciso, como afirmativo de lo que quiere representar, Luís Noguera combina el rigor del trazo y con el acento de la vida que le impresiona y la que hay que saber aprovechar al máximo: Carpe Diem. Esto nos da permanentemente un sentido de urgencia que, cuando se libera en un espacio puede parecer violenta He allí de que más que ver los dibujos, ellos se abalanzan sobre nosotros como una inquietante malla llena de significados; ya lo decía Weber, el hombre atrapado por lo que él mismo ha construido. Atrapado o buscando atrapar significados, he allí la eterna incógnita del arte y la igualmente eterna búsqueda del hombre en el. “Tengo sed, mas de un vino que en la tierra no se sabe beber” decía Martí. Esta misma condena que hemos padecido nos permite visualizar no solo lo que tenemos al frente, sino también –cual forenses- el proceso de ejecución misma, los movimientos del dibujante ante el espacio plástico van más allá de su mano e incluso de su brazo: es el cuerpo completo, la fuerza vital es participe de la danza de energía creadora, ante la cual todo espacio queda pequeño. La tormenta que llevamos dentro es violenta, sí. También lo es el despertar, el nacimiento y el renacimiento. No hay revelación que no sea violenta. El éxtasis es violento, la belleza es violenta, el arte es violento, la vida es violenta y todos los ciclos y los cambios son violentos. Esta violencia natural es la que toma Noguera para dibujar, esa es su sed y por eso no importa que un paisaje no sea a color, ya que no es un paisaje evasivo, es el escenario del caos de una vida radicalizada, que el artista nos señala para que la veamos como él la ve. Que paradoja, tener sed en plena tormenta. Sed, sordera de Beethoven, ceguera de Degas, pero nada de eso nos impide crear ¿verdad, Luís? Miriam Perales Fuentes (*) Mis manos Cesar Rengifo
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Museo Carmelo Fernández
El Museo “Carmelo Fernández”, es una institución museística de carácter multidisciplinario, orientada a la investigación, recolección, fomento y difusión de las artes plásticas regionales, dentro del contexto de ARTE VENEZOLANO.
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