Instalación del pintor Luis Noguera que actualmente se exhibe en los espacios del Museo "Carmelo Fernández", resulta entre otras cosas un recorrido particularmente coherente a lo largo de su propia obra. Ya desde los primeros trabajos en papel que el artista empezó a elaborar en los años 80, se notan preocupaciones y búsquedas estéticas que tienen que ver con lo que se muestra en esta exposición-instalación: investigación en las texturas y en los intersticios de las formas naturales e igualmente en las interacciones del color. En esta última muestra que hoy se puede ver en los espacios del museo, el pintor incluye también video, arte corporal y danza. Noruega ya es dueño confiado y seguro de su propio lenguaje, y aquí observamos, pues, una suerte de travesía personal por su propia obra utilizando por ejemplo miniaturas de 10 cuadros, signos y texturas que usa en sus telas, planteados como elementos parodiaos, logrando realizar un collage de su trabajo plástico, y a la vez haciendo una propuesta y un proyecto para una futura investigación plástica. Esto me recuerda lo que había visto en el apartamento en Nueva York donde habitaba cuando lo visité en 1998. Colocaba pequeños cuadros suyos ya terminados o en proceso de creación entre los tiestos de las matas, en las mesas, en las ventanas, interactuando con otras obras de pintores que allí había, creando una especie de instalación de su propia obra a todo lo largo del apartamento. Hoy palpamos la coherencia de estas propuestas concretada en esta instalación que funciona como un todo orgánico, incluyendo la intervención plástica de las paredes del museo. Esta instalación se constituye así en una pequeña sinfonía del color y las texturas, en una investigación de las superficies, las materias y los materiales plásticos que ubican a Luis Noguera como un creador con un lenguaje propio en plena expansión y exploración de nuevos mundos y realidades plásticos. ENNIO JIMENEZ EMAN EL GESTO EN LAS MANOS DE LUIS NOGUERA “Mis manos son feas
Es desesperante la necesidad del ser humano de dejar huella de su paso por el mundo, tener experiencias, llenar nuestros instantes con ellas es lo que entendemos por vivir. Sabemos que la vida es transito, que todo tiene un fin, esa consciencia de la muerte determina nuestro afán en dejar testimonio de que nuestro viaje por aquí no fue en vano. De allí la urgencia del gesto ante el mundo, reducido a un espacio que pretendemos (con énfasis peyorativo) dominar, ya sea que este un pedazo de papel, un lienzo o una masa de tierra. La expresión personal es, visto desde esta óptica y para un ser creador, la principal motivación en la vida. Para unos la línea, para algunos la palabra, para muchos la escena… pero para todos, sin duda alguna es, la múltiple y cotidiana interacción cuerpo a cuerpo con el mundo. Un gesto es aquello que acompaña, que nos hace inconfundibles en la manera en que nos expresamos; cuando queremos dar énfasis a nuestras ideas, nuestras manos se estiran, se encogen, bailan, golpean la nada y al hacerlo, hacen visible lo invisible: se cumple la Fe. En un dibujante el gesto expresivo de sus manos queda plasmado como congelado en el tiempo. Sublime maravilla del arte, nunca envejece, nunca pasa, está; una y otra vez lo volvemos a ver y siempre es el mismo. Nos atrevemos a compararlo con Dios: nunca fue, nunca será, siempre ES. Es muy tentadora la ocasión de ver dibujos de Luís Noguera como cuerpo de propuestas, sin importar el espacio donde estén. En esta ocasión, apenas nos asomamos a la Sala 1 del Ateneo de Valencia, los dibujos se desbordan: gestos, manchas, trazos, de derraman de las paredes. Luís tuvo un plan, Plan para un Paisaje, la intervención del hombre en la naturaleza es innegable, y como harto sabemos, se le paso la mano… y que le queda al artista sino recoger los restos para contar la historia de lo que alguna vez fue y ahora es una obra gracias precisamente a lo pasado?. Ahora entendemos mejor lo que alguna vez escribió el autor… “el responsable de la creación de un paisaje es el viajero, aquel sujeto que recorre las tierras, encontrándose con los espacios geográficos y se propone hacer una compilación de sucesos, de temas, de objetos, de elementos, dentro de una obra de arte”… es su experiencia de primera mano; vivencia de ser mojado por la lluvia, quemado por el sol, rasguñado por ramas insolentes, o bien viendo llanos encendidos, dejando cenizas de carbón a su paso, ese mismo carbón que Goya pedía para demostrar que podía hacer maravillas de color, es el elegido por Noguera para sus paisajes, si paisajes en negro carbón. En estos campos planos la línea se hace punto, gota y viceversa, el punto se hace línea y hasta tupida selva, como el cabello de Luisa Fernanda, hija del artista; y cuando el pigmento, el tímido color se diluye aparecen las salpicaduras que indican la fuerza del impacto sobre un cuerpo, en este caso el papel, que resiste a la piedra o la flecha lanzada por las manos de este cazador de instantes. Dotado de un grafismo controlado, contundente y preciso, como afirmativo de lo que quiere representar, Luís Noguera combina el rigor del trazo y con el acento de la vida que le impresiona y la que hay que saber aprovechar al máximo: Carpe Diem. Esto nos da permanentemente un sentido de urgencia que, cuando se libera en un espacio puede parecer violenta He allí de que más que ver los dibujos, ellos se abalanzan sobre nosotros como una inquietante malla llena de significados; ya lo decía Weber, el hombre atrapado por lo que él mismo ha construido. Atrapado o buscando atrapar significados, he allí la eterna incógnita del arte y la igualmente eterna búsqueda del hombre en el. “Tengo sed, mas de un vino que en la tierra no se sabe beber” decía Martí. Esta misma condena que hemos padecido nos permite visualizar no solo lo que tenemos al frente, sino también –cual forenses- el proceso de ejecución misma, los movimientos del dibujante ante el espacio plástico van más allá de su mano e incluso de su brazo: es el cuerpo completo, la fuerza vital es participe de la danza de energía creadora, ante la cual todo espacio queda pequeño. La tormenta que llevamos dentro es violenta, sí. También lo es el despertar, el nacimiento y el renacimiento. No hay revelación que no sea violenta. El éxtasis es violento, la belleza es violenta, el arte es violento, la vida es violenta y todos los ciclos y los cambios son violentos. Esta violencia natural es la que toma Noguera para dibujar, esa es su sed y por eso no importa que un paisaje no sea a color, ya que no es un paisaje evasivo, es el escenario del caos de una vida radicalizada, que el artista nos señala para que la veamos como él la ve. Que paradoja, tener sed en plena tormenta. Sed, sordera de Beethoven, ceguera de Degas, pero nada de eso nos impide crear ¿verdad, Luís? Miriam Perales Fuentes (*) Mis manos Cesar Rengifo
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Museo Carmelo FernándezEl Museo “Carmelo Fernández”, es una institución museística de carácter multidisciplinario, orientada a la investigación, recolección, fomento y difusión de las artes plásticas regionales, dentro del contexto de ARTE VENEZOLANO. Exposiciones MCF
Diciembre 2008
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