PresentaciónLa Fundación Museos Nacionales y el Museo Arturo Michelena en su objetivo por revalorizar la cultura del siglo XIX y la obra del maestro Michelena tienen el agrado de presentar esta serie de pinturas y dibujos, con el fin de apreciar en su conjunto la variedad de poses y actitudes en las que quedó plasmado el carácter y la fisonomía de los animales. Los ejemplos son diversos y en cada uno podemos identificar su importancia, así como el gusto del artista por este tema. Los animales se aprecian en numerosas representaciones artísticas. Por ejemplo, en la edad media formaron parte de la iconografía religiosa a la manera de símbolos que resaltaban ciertas virtudes o en algunos casos las fuerzas del mal. Durante el Renacimiento se pierde hasta cierto punto el valor simbólico de ellos y las formas se hacen más realista debido al interés científico y humanista de la época. En el siglo XIX los animales adquieren un valor particular de acuerdo al interés del artista. De allí que en muchas obras de Arturo Michelena los animales, -sobre todo el caballo y los perros-, adquieren un rol imponente en el sentido compositivo, anatómico y dramático, ya sea de manera individual o formando parte de las actividades humanas. La temática animal en la pintura del siglo XIX Al proponerse estudiar la fauna como una de las motivaciones más comunes en la pintura académica del siglo XIX, es importante analizar el sentido que tuvo en relación a su desarrollo a través del tiempo. Al respecto, “el teórico André Félibien expone en su obra literaria Conversaciones sobre las vidas y obras de los pintores más eminentes de 1666, la jerarquía temática de la Academia francesa a saber: En primer lugar está la temática religiosa, mitológica e histórica, que representa alegorías e ideas complejas mediante composiciones de varias figuras en acción. Su valor más importante es porque precisa de un gran dominio para lograr la expresión perfecta de los temas. El segundo puesto lo ocupa el retrato, que representa un análisis del ser humano. El tercero pertenece a los animales, los cuales también representan acciones y pasiones y por esta razón se valorizan más que los paisajes, que presentan solo vistas placenteras sin elementos del pensamiento abstracto”. (GRADOWSKA, Ana. El Academicismo, Revisión de Criterios, p. 11) En tal sentido, la presencia de los animales en el arte ha tenido un propósito relacionado con la magnificencia de la naturaleza, y por otro el reflejo de las conductas humanas tanto en lo mitológico, como en la cultura sagrada y profana de occidente. De allí que en las épocas antiguas, por ejemplo en el mito de Orfeo y en la saga homérica de La Odisea, los animales han jugado un papel en el que sus instintos y ferocidad se vinculaban a la magia y al castigo humano a través de la transformación en todo tipo de fieras salvajes y criaturas domésticas. “En el ámbito religioso es muy recurrente la representación de Dios creando a los animales (…) En las imágenes del Paraíso Terrenal los animales se representan rodeados de una vegetación lujuriante, a veces en compañía de Adán y Eva. Grupos de animales se disponen a subir al Arca de la Alianza construida por Noe antes del diluvio universal. (IMPELLUSO, Lucia. La naturaleza y sus símbolos, p. 192) En el transcurso del siglo XVI el animal se consideraba un autómata carente de alma y a medida que se iba perdiendo su interés a nivel filosófico los artistas iban atribuyéndoles significados propios. Sin embargo, la pintura flamenca y la holandesa del siglo XVII los revalorizan y le otorgan un estatus propio como tema en las artes. En el siglo XIX muchos artistas rechazan la pintura historicista y encaminan su arte hacia ideales sociales apoyándose en la observación de la vida contemporánea, quedando destronada la jerarquización académica, por lo que a los animales se les da un valor individual atribuido por el artista y el interés en su anatomía y comportamiento. En muchas obras de Arturo Michelena los animales, en especial los caballos, adquieren un rol imponente en el sentido compositivo y dramático del tema, ya que forman parte de escenas históricas, mitológicas y cotidianas relativas a competencias y carreras de caballos. Por ejemplo, véase la obra La Muerte de Sucre en Berruecos de la colección Fundación Museos Nacionales – Galería de Arte Nacional, donde el caballo parece ser el sujeto central si no se piensa en la importancia histórica del tema. También en Pentesilea, perteneciente a la colección de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, se observa que las tensiones y movimientos generados por los caballos se roban la fuerza épica de la representación. No obstante, su obra por antonomasia donde los animales ocupan el tema y la motivo central es la Vara rota; escena taurina donde yace el caballo de un picador desangrado por la cornada de un toro en su garganta. Por otro lado el artista se autorretrata entre el público y por encima del caballo corneado, originando la analogía de la muerte del animal con la suya propia en 1898 a consecuencia de la tuberculosis. La composición en general se inclina hacia la izquierda del espectador y el primer plano con el toro, el caballo y los personajes, los cuales cubren casi todo el lienzo, haciendo muy próxima la acción para quien contemple el cuadro. Otra obra significativa en donde los caballos juegan un rol protagónico es la pieza titulada Boceto para el Gran Premio Miranda, en ella se representa la final de una carrera de caballos en donde se observa a la izquierda una estructura en forma de torre, así como toldos y público. Del otro lado un paisaje en el que se nota mucha vegetación y un cielo abierto. Hay que destacar que el artista fue un hípico aficionado y toma como referencia para este cuadro una obra del artista francés académico de nombre Theodore Gericault, a partir de una obra de su autoría titulada El Derby de Epson (1821), cuyo esquema compositivo y figurativo es referido en este boceto. Otros de los animales tratados por el pintor son el perro, el gato, el venado, el ciervo, el león, el toro, la paloma y otras clases de aves. En ocasiones estos son representados solos o como complemento de las escenas. En el caso de los perros, Michelena ejecutó una obra perteneciente a la colección de la residencia presidencial La Casona y que lleva por título Diana Cazadora. En ella estos animales aparecen como atributo de la diosa de la casería, y recrean el episodio mítico en el que Acteón es transformado en ciervo y descuartizado por sus propios perros al haberse atrevido a observar a Diana y sus ninfas mientras se bañaban desnudas en una fuente. Por otra parte están aquellas pinturas en donde el maestro los coloca como acompañantes de los niños, es el caso de Retrato de Lola Herrera, así como Niña y perro, son piezas de carácter cotidiano y anecdótico en las que se ha estudiado una pincelada más desencajada del academicismo de sus grandes lienzos, así como el gusto por la figura infantil y de animales. Desde el punto de vista simbólico y compositivo, el retrato de Lola Herrera Ramella destaca su alta condición social, lo cual se aprecia en el vestido, en la posición de ella frente al perro y en algunos accesorios, que la ubican como miembro de la élite. En cambio, en Niña y Perro la situación es distinta, porque se trata de una infanta de rasgos afrodescendientes, cuya condición étnica la sitúa entre el sector más desposeído de la sociedad y en la estructura de la obra se encuentra al mismo nivel del can. La plástica se convierte así en un instrumento para el estudio social y antropológico de esa Venezuela de finales del siglo XIX. Hendrik Hidalgo BREVE BIOGRAFIA Francisco Arturo Michelena Castillo nace el 16 de junio de l863 en la ciudad de Valencia (edo. Carabobo). Fue hijo del pintor Juan Antonio Michelena y de Socorro Castillo. En 1869 recibe de su tía Edelmira Michelena los primeros conocimientos en dibujo y pintura. Para el año 1874 su padre le da lecciones de dibujo y se inclina por los retratos y los caballos. En 1879 ejerce como examinador en la cátedra de dibujo en el Colegio Cajigal, y en ese mismo año realizó su primer óleo titulado “El Nazareno”, así como encargos de la Iglesia y de particulares. Participa en Caracas en la Gran Exposición Nacional de Venezuela (1883), en la que se conmemoró el Centenario del Natalicio de Simón Bolívar, y para cuya muestra pintó “Alegoría de la República regenerada” y “La Entrega de la bandera invencible de Numancia al Batallón Sin Nombre”; de la que obtuvo Medalla de Plata. Para el año 1885 le es otorgada por el Gobierno de Joaquín Crespo una beca de estudios en Europa, y parte junto al maestro Martín Tovar y Tovar. A su llegada a París se inscribe en la Academia Julian bajo la tutela de Jean-Paul Laurens. Comparte experiencias con otros venezolanos estudiantes de la Academia, tales como Emilio Boggio y Cristóbal Rojas; con este último compartió taller en Montmartre. Gana Medalla de Oro en Segunda Clase en el Salón Oficial por su obra “El niño enfermo” (1887). Al año siguiente expone “La caridad” y en 1889 envía “La joven madre”. Ese mismo año participa en la sección internacional de la Exposición Universal Internacional con su obra “Carlota Corday camino al cadalso”, con la que obtiene Medalla de Oro en Primera Clase. Se casa en Caracas con Lastenia Tello y Mercedes Mendoza en 1890. Su gran obra titulada “Pentesilea” participa en el Salón Oficial de 1891 y al año siguiente concluye “La vara rota”. En ese año se le diagnóstica tuberculosis y viaja a las costas Normandas en búsqueda de bienestar y un clima más frío. A su regreso se muda a Los Teques, ciudad que le ofrece un clima más adecuado para la salud. En 1893 participa por última vez en el Salón francés con “Ordeño” y “Los morochos”. Instala su estudio en la Esquina de Urapal en la Pastora, donde realiza sus obras e imparte clases de dibujo y pintura. En l897 expone en este mismo lugar “La multiplicación de los panes”, su más importante obra de carácter religioso, así como retratos y encargos particulares e institucionales. Arturo Michelena fallece en Caracas, a la edad de 35 años, el 29 de julio de 1898. La Fauna. Mito y Realidad en la obra de Arturo Michelena Los animales se aprecian en numerosas representaciones artísticas. Por ejemplo, en la edad media formaron parte de la iconografía religiosa a la manera de símbolos que resaltaban ciertas virtudes o en algunos casos las fuerzas del mal. Durante el Renacimiento se pierde hasta cierto punto el valor simbólico de ellos y las formas se hacen más realista debido al interés científico y humanista de la época. En el siglo XIX los animales adquieren un valor particular de acuerdo al gusto e interés del artista. De allí que en muchas obras de Arturo Michelena los animales, -sobre todo el caballo y los perros-, adquieren un rol imponente en el sentido compositivo, anatómico y dramático, ya sea de manera individual o formando parte de las actividades humanas. Es por ello que la Fundación Museos Nacionales y el Museo Arturo Michelena en su objetivo por revalorizar la cultura del siglo XIX y la obra del maestro Michelena tienen el agrado de presentar esta serie de pinturas y dibujos, con el fin de apreciar en su conjunto la variedad de poses y actitudes en las que ha quedado el carácter y la fisonomía de los animales. Los ejemplos son diversos y en cada uno podemos identificar su importancia, así como el gusto del artista en este tema. Al proponerse estudiar la fauna como una de las motivaciones más comunes en la pintura académica, logramos comprender sus posibilidades formales y conceptuales, las cuales van de lo mitológico como en el caso de la pieza titulada Apunte de ciervo y jauría para Diana Cazadora, pasando por lo histórico en Apunte para monumento al General José Antonio Páez, hasta llegar a lo cotidiano en Los cisnes de El Calvario. De esta manera, al observar el trabajo del creador también aprendemos de los modos e inquietudes culturales del pasado, para con ello vernos en nuestro tiempo y espacio, por lo que la muestra hace un recorrido desde la infancia hasta la etapa madura de su producción artística. Por lo tanto, re-encontrarse con el siglo XIX es una deuda con la historia y con la gente de un momento crucial en nuestra evolución, que saldamos en esta exposición por medio de la contemplación y omitidas reflexiones. Hendrik Hidalgo
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Museo Carmelo FernándezEl Museo "Carmelo Fernández", es Una Institución museística de Carácter Multidisciplinario, Orientada a la Investigación, recolección, Fomento y Difusión de las Artes Plásticas Regionales, Dentro del Contexto de ARTE VENEZOLANO. Exposiciones MCF
Noviembre 2014
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