Es imprescindible hacer notar que en estos dibujos y pinturas de Edgar Giménez Peraza han sido asumidos con toda la entereza del género debido a una razón fundamental: el dibujo para este artista no sólo tiene el carácter de una necesidad ineludible de orden visceral o estético, sino la impronta permanente de una “pobreza”; que él llega de pronto a pensarla como congénita a su vida y a su obra. “Ella me persigue como una fatalidad”, llega a confesarnos. Pero esta pobreza material no es un valor en sí mismo en su quehacer, ni toma corporeidad e importancia por su contenido social o existencial. Lo importante es lo que hace este artista con su “pobreza” de medios y recursos.
Esa pobreza lo lleva a dar al dibujo su más alta expresión como género y su más rica complejidad, haciendo de él un espacio puro en el cual percibimos unas veces una mínima expresión de líneas y puntos en el plano, otras veces un espacio complementario a través del cual son absorbidas las diversas formas pictóricas y objetuales. Pero lo importante es que allí, en ese espacio, se ha hecho un lugar de reflexión y de intensa inteligencia, configurando una suerte de sintaxis límite del dibujo. Lo antes dicho se hace bastante notable en la producción de los últimos trece años, pues, antes del lapso de 1981 - 1993 que abarca la muestra antológica que aquí presentamos, en la obra de Giménez Peraza predomina un marcado acento por una sicología de la figura, la que en el período señalado rompe sus marcos tradicionales y su rígida confección para adentrarse en una espacialidad reflexiva y altamente conceptual. En este período no existe ningún elemento que no sea problematizado y sostenido por una inteligente plasmación del medio y el método, en la que lo artesanal ha sido llevado hasta sus últimas consecuencias, y en el extremo de la extinción comienza un “topos” que en lugar de afirmarse la operación figurativa, más bien comienza su inmersión en un proceso de desdibujamiento, y de aquí mismo la exaltación de este artista tanto por un imaginario puro de la línea y el punto como por un lugar absoluto y combinatorio del negro y el blanco. Nada se ha dejado al gesto automático y a lo maquinal. Tampoco se ha abandonado a la destreza técnica que enrevesa el espacio de una aparente complejidad mental o material. Muchos de los trabajos de este artista engañan en su aparente simplicidad o por su magistral ejecución del acabado, pues, entre sus intersticios, late una energía vital organizadora de un orden visual e imaginario que nos propone otras maneras de percepción a través de una conceptualización constante de la forma y la materia. No hay en la obra dibujística de Giménez Peraza (su obra de los últimos años) ningún elemento librado por gratuidad. Cada uno de sus dibujos emite: un juicio sobre sí mismo como espacio de suma problematicidad gráfica; o emite, también, un señalamiento para develar la obra de otro artista clásico o contemporáneo.
Orlando Barreto
(Enero 1994)
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Diciembre 2017
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