Este trabajo de investigación teórico-plástico que presento a manera de exposición, es el resultado de mi propuesta y tesis de grado para optar a la Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad Nacional de las Artes en Caracas. Institución a la cual ingreso a finales de los años 90, luego de haber concluido mis estudios en la Unidad de Artes Visuales (UNAVID) de la Universidad de los Andes, en la ciudad de Mérida, Estado Mérida. Durante mi adolescencia los olores del óleo me llamaban profundamente la atención. Mi vida se regia por una serie de sensaciones, de olores y sabores que asociaba, a su vez, al placer de la vista. En esta época, pude obtener algunos fascículos sobres pintores venezolanos que me llamaron poderosamente la atención; entre ellos recuerdo a Tomás Golding, Luis Alfredo López Méndez, Armando Reverón, entre otros, los cuales me motivaron para el estudio y la ejecución de cuadros en pequeños formatos, prácticamente reproducidos en calidad de copias. Posteriormente, a mediados de 1984, daría inicio a la práctica del dibujo bajo la tutela del Prof. Policarpo Contreras, en la Escuela de Artes Plásticas “Carmelo Fernández”. Época en la cual también ocurre mi encuentro primario con la naturaleza muerta y la técnica del pastel. Desde entonces entendí que pintar naturalezas muertas, es representar la pintura como ejercicio, es la relación con el objeto cotidiano, la cual nos permite narrar espacios íntimos respetando el oficio de pintor; donde el color se refuerza por medio de una carga gráfica y se obtiene una paleta fría o cálida, con una elocuencia acentuada a través de los matices, cuidando el gesto, la jerarquía y las formas que se complementan por medio del claroscuro. En contraste evidente con el carácter de la pintura histórica sagrada o profana, la naturaleza muerta representa sólo objetos muertos, carentes de alma, objetos comunes con una fuerte carga de intimidad. Además el gusto holandés por composiciones con frutas, flores, pescados y vasijas, se convirtió pronto en el tema de banquetes sin gentes, cada vez más deslumbrantes, en los cuales aparecían también trofeos de cacerías. De allí que se considera, el nacimiento de este género pictórico, en Holanda en el año 1605, país y época en el que apareció por primera vez su representación de manera autónoma. La naturaleza muerta, desde sus inicios hasta hoy en día, como género no ha dejado de explorarse y ha tenido una gran repercusión con relación al tiempo. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que posiblemente arrastramos muchos prejuicios del pasado hasta nuestros días, a pesar de lo mucho que se ha avanzado en la evolución del gusto y el arte. Todavía se sigue considerando a la naturaleza muerta un género menor, una temática lejana, decorativa, fuera de moda, de poco aprecio y consideración, propia y útil solo para, estudiantes de pintura, con el fin de que aprendan a conocer y ubicar formas dentro de un espacio y desarrollen las técnicas del oficio. Sin embargo, nada mas erróneo que esa visión tan miope: la naturaleza muerta ha cumplido papales estelares como expresión creativa e incluso ha estado presente en movimientos de vanguardia como el cubismo y el arte pop. Cezanne, Picasso y Braque construyeron en gran parte las bases del cubismo apoyado en este género. Que mas naturaleza muerta que las cajas de brillo de Andy Warhol, o sus latas de sopa Campbells. En nuestro país, cultores de este género como Arturo Michelena, Cristóbal Rojas, Marcos Castillo, Armando Reverón y Federico Brandt, entre otros han enfocado parte de su obra dentro de esta temática. Consciente del menosprecio por desconocimiento que esta tendencia plástica ha generado entre los especialistas, he querido presentar esta muestra que resume mis esfuerzos de los últimos años, a la par de mi preocupación por la ejecución musical con la cual he complementado mi experiencia pictórica. Ambas, formas de expresión y de sobrevivencia. A manera de narración de un paisaje urbano a través de objetos inanimados. JESÚS MÉNDEZ Julio 2012 Extractos de “La Naturaleza Muerta de pasado mañana” Trabajo de Grado para optar a la Licenciatura en Artes Plásticas Caracas, Mayo 2010
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El tiempo en la selva es otro. Las horas frente a un paisaje pueden ser eternas: durar lo que dura una vida. Ser uno más en la naturaleza constituye la repetición de un acto de celebración inagotable, cíclico, cósmico. Retener en la mente las bondades, usos y peligros de los elementos circundantes -sus formas y características- simplifica y engrandece el camino de un individuo, de un pueblo, de una cultura. El ritmo paciente del silencio y del estruendo estratifica la personalidad de quienes no conciben vacaciones, ni jubilaciones: si estamos juntos seremos felices. Así son los pueblos indígenas venezolanos que durante dieciocho años ha fotografiado Emilio Guzmán, sin dejar de lado el alto impacto que sobre ellos ha ejercido históricamente la interacción con la cultura criolla y de otras latitudes. Resulta inusual que por iniciativa propia alguien, ajeno a una cultura determinada, logre adentrarse con autorización por las sutiles rendijas más allá de sus rasgos generales. Eso solo es posible por medio del compromiso personal y del respeto, de lo cual es necesario dar pruebas oportunas. Venezuela es un país conformado por islas de conocimiento ancestral, razón por la cual el Museo Nacional de la Fotografía ha querido rendir tributo a nuestros hermanos pueblos indígenas a través de la privilegiada mirada de Emilio Guzmán, merecedor del Premio del Ministerio del Poder Popular para la Cultura 2008, mención obra fotográfica. Conscientes del gran aporte que la imagen documental ofrece en la difusión de valores autóctonos y trascendentes, presentamos con regocijo en los espacios del Museo Carmelo Fernández esta gran exposición donada en su totalidad por su autor a la Colección Fundación Museos Nacionales, custodia Museo Nacional de la Fotografía (Munafoto). Quienes siempre han dado todo por la vida de todos, sin mayorías ni minorías, quienes se consultan y toman decisiones por consenso a la luz de los detalles, sin tensiones, ni improvisaciones, actuando de manera cohesionada bajo la premisa de que todo es uno y todo está vivo, cuando se le pide permiso al sagrado cerro Autana para acceder a sus cercanías, cuando se pide permiso a la madre tierra para cortar un árbol o cazar un animal, cuando una madre, tía o abuela enseña a una adolescente a defender su cultura tejiendo chinchorros bajo la mayor concentración humana posible, llega el momento, por siglos repetido, de decir a la descendencia cuando tu alma sea tu alma, es decir, llegado el momento de pasar de la adolescencia a la adultez, necesario es cumplir cabalmente todos los ritos correspondientes y asumir a fondo su dilatada sabiduría para sentirla internamente, perpetuarla y defenderla. Rodrigo Benavides Director General Museo Nacional de la Fotografía ................................................................................................................. Visita Nuestra cuenta en el facebook: http://www.facebook.com/media/set/?set=a.457385560973564.106934.455453491166771& |
Museo Carmelo Fernández
El Museo “Carmelo Fernández”, es una institución museística de carácter multidisciplinario, orientada a la investigación, recolección, fomento y difusión de las artes plásticas regionales, dentro del contexto de ARTE VENEZOLANO. Exposiciones MCF
Diciembre 2012
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