Texto y fotografías: Daniel Albis Una de las premisas que ha asumido el Museo Carmelo Fernández es incentivar a nivel de comunidades, individualidades y organizaciones, lo concerniente a la responsabilidad y compromiso compartido en la conservación y salvaguarda del patrimonio cultural. En este sentido y desde el campo de acción de la Unidad de Conservación y Restauración del Museo Carmelo Fernández, se ha dado continuidad a esta línea de trabajo definida dentro las políticas institucionales. Al inicio de mis reflexiones, quiero definir un criterio en cuanto a la conservación y restauración, la cual entiendo como: un proceso que comprende una amplia variedad de procedimientos, destinados a conservar el estado físico de la obra o documentos deteriorados y garantizar su permanencia en el tiempo; a la vez de fomentar la recuperación de las condiciones originales del objeto u obras así como las cualidades históricas y estéticas. En este sentido veo con gran preocupación como algunas personas a nivel regional y nacional, sin estar lo suficientemente preparadas, realizan diversas intervenciones, inadecuadas en muchos casos. Las mismas desvirtúan totalmente la percepción y el criterio que debe asumirse, a nivel social en particular, de la conservación y restauración. El proceso de restauración es complejo y requiere de sentido común, lógica, y sobre todo de paciencia, todo ello aparejado con los previos conocimientos en Historia del Arte, tecnología de los materiales, carpintería, física, química, biología, entre otros. En la restauración se logran experimentar situaciones extraordinarias, trabajar con objetos que son Patrimonio genera un compromiso indiscutible y compenetración con el trabajo. La importancia de esta labor reside en la conceptualización y valoración que se le da al Patrimonio, particularmente desde el punto de vista de los usuarios y las situaciones que los objetos suscitan. Un ejemplo de ello son las imágenes religiosas realizadas en serie, en yeso moldeado y policromado, que a nivel artístico no tienen gran valor. Las mismas son conservadas por las personas en sus hogares y cuando por algún motivo se deterioran, éstas recurren a la restauración profesional en el mejor de los casos. Aunque resulte más económico para ellos la sustitución de la imagen por otra, que aplicarle un proceso de restauración que requiere inversión de tiempo y materiales, paradójicamente las personas insisten. Lo más importante, debido al valor patrimonial o familiar que representa la pieza y mucho más, al valor sentimental que esta constituye para ellos, ya que en la mayoría de los casos se trata de piezas que han pasado de una generación a otra. La Sra. Edda Hernández, quien tiene una amplia colección de obras del artista yaracuyano Ramón López, trajo al Museo una pieza que se encontraba en muy mal estado de conservación. Se trata de un paisaje urbano donde se representa una calle con el Samán de Guama, árbol emblemático en esta población. El formato de la pieza es de 50 x 60 CMS y la técnica óleo sobre tela. La pieza presentaba una rotura del soporte con desgarramiento y pérdida de segmentos de tela y de la policromía, en una amplia extensión. La Sra. Hernández iba a deshacerse de la obra, debido a que pensaba que era irrecuperable. Responsablemente asumí el reto de traerla al taller y realizarle el proceso de restauración adecuado. Elaboré un informe técnico con la propuesta de intervención, el cual fue autorizado por la Sra. Hernández. Seguidamente me dispuse a trabajar en la obra. Primero inmovilizando la misma debido a la magnitud de la rotura que presentaba, luego se hizo un registro fotográfico por el anverso y reverso antes de empezar a trabajar. Posteriormente fue desmontado con cuidado el soporte del bastidor y se procedió a consolidar los bordes de la tela al igual que las roturas. Luego se le aplicó un velado con material acuoso por el anverso para estabilizar y proteger la capa pictórica. Una vez velado se procedió a colocarle una capa de cera resina por el reverso, y posteriormente, al proceso de planchado para así consolidar la tela y la capa pictórica. Luego se le retiró el exceso de cera resina y se le colocaron las bandas de tensión de lino natural en los bordes del soporte. Una vez consolidada la obra, se le aplicó en las áreas faltantes de policromía, una base de preparación de color rojo preparado con tierras naturales y barniz dammar. Luego se procedió a resanar con cera resina mezclada con cera carnauba en las áreas faltantes para nivelar la altura de la capa pictórica. Una vez culminado el proceso anterior se colocó la tela de nuevo en el bastidor y se tensó. Se le aplicó una capa de barniz dammar brillante y se procedió a reintegrar el color en las áreas faltantes. Culminado el proceso, se colocó otra capa de barniz dammar brillante y luego otra de barniz semi-mate, se dejó secar el barniz y se colocó de nuevo en su marco, sellándola con papel engomado por el reverso en la unión del bastidor con el marco. Dándole a este proceso el nivel que le corresponde en la protección y rescate del Patrimonio Cultural, y considerándolo como una acción cotidiana que tiene al museo como eje, centro y acción de la vida comunitaria, nos invade la sensación y la alegría por el deber cumplido y por la competencia en el rol social que como actores responsables nos ha sido asignado.
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Museo Carmelo FernándezEl Museo “Carmelo Fernández”, es una institución museística de carácter multidisciplinario, orientada a la investigación, recolección, fomento y difusión de las artes plásticas regionales, dentro del contexto de ARTE VENEZOLANO. PUBLICACIONES
Agosto 2013
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