La imagen histórica de Simón Bolívar se presenta ante los pueblos del mundo aureolada con el glorioso fulgor de la libertad. Nacido en Caracas, Venezuela, en 1783, y muerto en Santa Marta, Colombia, en 1830, consagro su vida a la independencia de Hispanoamérica. En Roma, en 1805, cuando solo contaba 22 años, juro ante su antiguo maestro, con quien compartía los ideales de libertad, independencia nacional y justicia social, que no daría descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta no haber roto las cadenas que mantenían en sujeción colonial a su Patria. Una patria que, para Bolívar, empezaba en su Venezuela natal y se extendía a Hispanoamérica entera. Y cumplió su promesa. Por esto, porque supo convertir sus palabras en hechos, sus compatriotas de Venezuela, a los cuales había guiado en la lucha, le confirieron en 1813, después de sus primeras victorias, el título de Libertador, que él llevó con sereno orgullo y dignidad indoblegable hasta el fin de su vida. Lo llamaron Libertador – el que liberta- porque quiso emancipar naciones y mentes, no solo con la espada sino mediante la palabra y el ejemplo. Alzando en su diestra la antorcha de la libertad, la democracia, la independencia y los derechos humanos, fue iluminando regiones cada vez más vastas del Continente Suramericano y disipando las tinieblas donde se guarecían los defensores de las caducas instituciones del Antiguo Régimen. Otros pueblos de Hispanoamérica se unieron a los venezolanos para aclamar a Bolívar como libertador. Luego, el brillo de sus hazañas y la originalidad de su pensamiento le ganaron el reconocimiento universal de ese su título de gloria. Hoy, en los más diversos idiomas de este mundo, uno y plural, de fines del siglo xx –uno por la común condición humana, plural por el fecundo florecer de cien culturas- decir Simón Bolívar el Libertador, es exaltar los valores de la libertad que anidan en el corazón de toda persona e inspiran todas las civilizaciones. Porque él, auténticamente venezolano, profundamente latinoamericano, fue un hombre de visión global que ideó y puso en marcha los mecanismos del entendimiento entre los pueblos del mundo mediante reuniones internacionales, a fin de alcanzar lo que él llamó “el equilibrio del Universo”. El Congreso de Panamá, convocado por Bolívar en 1824 al mismo tiempo que la batalla de Ayacucho ponía fin a la guerra- fue el primer paso hacia la integración de las nuevas naciones de América Latina, que una vez lograda permitiría buscar la cooperación con las otras grandes regiones de la tierra. Esta meta es válida aun hoy, y más necesaria que nunca. Por esto el mensaje de Bolívar mantiene su vigencia y es digno de ser estudiado y seguido en sus líneas esenciales. Como en todo gran estadista, en Bolívar, teoría y praxis estaban estrechamente unidas y se reforzaban entre sí. No es fácil decir dónde termina el jefe militar, dónde empieza el pensador o el político, dónde interviene el reformador social y cuando se va a manifestar el visionario que avizora el futuro previsible. La coyuntura favorecía una u otra de esas vertientes, pero todas ellas se hallaban siempre presentes en su espíritu. Su obra histórica fue considerable: Conquistar definitivamente la independencia suramericana, libertar a seis naciones, afirmar el sistema republicano, echar las bases de la integración hispanoamericana, e iniciar una profunda transformación social, que pronto quedó truncada. Por lo que hizo, Simón Bolívar es un personaje histórico de primera magnitud, que merece ser conocidos por todos aquellos que desean comprender el papel de América Latina en el mundo. Pero su obra y su pensamiento, que viven en sus numerosos escritos, trascienden la epopeya hispanoamericana para situarse entre las mayores hazañas del hombre en la historia. Pensador universal, su ideario ofrece claves para enfrentar los grandes problemas de la Humanidad. Al crear una nueva concepción política, económica, social y cultural para la América de su tiempo, el Libertador trabajaba también con los ojos puestos en el porvenir. Símbolo, realidad y mito que Venezuela, con América Latina, ofrece al mundo como fiel exponente de una vida consagrada a la libertad y a la justicia social. Su obra no ha concluido. El legado bolivariano se proyecta hacia el futuro. Cada generación recibe el impacto de su pensamiento. A los doscientos años de su nacimiento, las ideas de Simón Bolívar, americano universal, tiene más vigencia que nunca. Su magnética personalidad les imprimió un ritmo que desafía y vence el tiempo. Entre los grandes valores humanos de la historia universal, permanece la figura, aureolada de gloria, de Simón Bolívar, el Libertador. La gloria es suya. El mensaje es para todos nosotros. JOVEN/REVOLUCIONARIO 1783-1809 Simón Bolívar, vástago de una antigua y poderosa familia venezolana, nace en Caracas en 1783. Su nodriza, que también se ocupa de él durante su infancia, es una esclava negra. Huérfano desde los 9 años, tiene la suerte de encontrarse con un maestro de ideas progresista, que le enseña a estudiar, lo enrumba en la vida y siembra en su espíritu el amor a la libertad y a la justicia. Inteligente y reflexivo, y también rebelde, el adolescente está consciente de que Venezuela es una colonia de España, pero tampoco se le escapan las injusticias sociales que le rodean. Quiere ser militar. Se alista como cadete, y estudia matemáticas y ciencias, al mismo tiempo que geografía, literatura e historia. A partir de 1799, y durante varios años, viaja. Reside en España y en Francia, pero visita México, Cuba, Italia, los Países Bajos, Alemania, Estados Unidos. Observa, conversa, estudia, reflexiona; es, sobre todo, un lector ávido e inteligente. En 1802 se casa, pero enviuda al poco tiempo. No volverá a contraer matrimonio inmerso en un ambiente heroico y romántico –en la vida, antes que en la literatura- asiste en 1804 a la Coronación de Napoleón en Paris. En 1805 va a Italia con su antiguo maestro, y jura en Roma consagrar su vida a la independencia de Hispanoamérica. Regresa a Venezuela, y desde 1808 conspira para cumplir su juramento. Se acerca ya, la hora de la Revolución. En el siglo XVIII el imperio español de América se extiende desde la california hasta la tierra del fuego, incluyendo las grandes islas del caribe. Venezuela es parte de ese vasto imperio. Simón Bolívar nace el 24 de julio de 1783 en Caracas, capital de Venezuela. No es una gran ciudad como México, pero tiene universidad y sus habitantes se interesan mucho por la política. Sus padres, el Coronel Juan Vicente Bolívar y Doña María de la Concepción Palacios, desciende de los conquistadores llegados en el siglo XVI. Poseen tierras y esclavos, pero no el poder político. La infancia de Bolívar transcurre tranquila; aunque ensombrecida, por la pérdida prematura de su padre a los tres años y luego, la de su madre aun sin cumplir los nueves. Queda al cuidado de sus familiares que actúan como tutores. En 1795, huye de la casa de su tutor. Lo mandan interno a la escuela de Simón Rodríguez, educador revolucionario que le inculca el amor a la libertad. Recibe lecciones de Andrés Bello en 1798. Como quiere ser militar, se alista de cadete en Caracas. En 1799 vieja en un buque de guerra hacia España, y en el camino visita Veracruz, Ciudad de México y La Habana. En Madrid vive con sus tíos maternos Esteban y Pedro, y recibe los consejos del sabio Marqués de Ustáriz. Los estudios, las lecturas y el trato social en tertulias y reuniones afinan su natural ingenio. Frecuenta la corte donde le disgustan las intrigas y el ambiente de palacio. Allí Manuel Godoy, favorito de la reina María Luisa, ejerce influencia determinante en el gobierno. El Paseo de las Delicias Francisco Bayeu Fines del Siglo XVIII Museo del Prado, Madrid Bolívar se enamora, pero el amor no le impide estudiar. Lee con interés obras sobre la independencia de los Estados Unidos, y recibe lecciones de francés, matemáticas, esgrima, literatura… Reside varios meses en Bilbao. A comienzos de 1802 pasa unas semanas en Paris. Todo le parece maravilloso: la política, las diversiones, la cultura. El recuerdo de la revolución francesa infama su imaginación. En mayo de 1802 se casa en Madrid con su novia María Teresa Rodríguez del Toro. Viajan a Venezuela, donde son felices en su casa de Caracas y en la hacienda tropical de San mateo. Su esposa muere en 1803. Bolívar vuelve a Europa. París lo conquista de nuevo. Conoce a sabios como Humboldt, asiste a conferencias, lee vorazmente… y el amor de Fanny du Villars lo consuela. En 1804 presencia la coronación Napoleón. Bolívar no envidia el título de Emperador, pero le impresionan profundamente la aclamación universal y el interés que despierta aquel hombre extraordinario. En Roma, el 15 de agosto de 1805, Bolívar jura en el monte Sacro, en presencia de su maestro Simón Rodríguez, consagrar su vida a la causa de la independencia hispanoamericana. En 1807 viaja a los Estados Unidos. La vitalidad de la nueva nación y el ejemplo de la independencia Norteamericana reafirman la voluntad revolucionaria el joven suramericano. Atiende en Venezuela sus haciendas de café y de caña de azúcar. Como agricultor practico, mejora los sistemas de riego de sus tierras. No ha olvidado el juramento de Roma: solo espera su momento. En su casa de campo de las afueras de Caracas, Simón, su hermano Juan Vicente y otros jóvenes revolucionarios conspiran en 1808 contra el régimen colonial. Son delatados pero logran salvarse. ESTADISTA/GUERRERO 1810-1824 Bolívar ocupa un lugar muy destacado en la guerra de la independencia en Venezuela, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú. Sirve brevemente como diplomático en Londres. Promueve en Caracas, en 1811, la Declaración de la Independencia. Como militar, asiste a la caída de la Republica en 1812 y aprende la lección de este fracaso. En el manifiesto de Cartagena fija la estrategia de su naciente liderazgo: unidad de mando, instituciones centralizadas, cooperación continental. A partir de 1813 combate con la espada, con la voz, con la pluma, con el ejemplo. Hasta 1818 obtiene brillantes victorias, pero sufre también tremendas derrotas. Sus propios compañeros de armas lo desconocen. Varias veces ha de marchar al exilio, pero vuelve siempre a la lucha. Con su Decreto de Guerra a Muerte, de 1813, busca la cohesión ideológica de los americanos. En la Carta de Jamaica, en 1815, plantea la necesidad de la integración continental. En 1816 proclama la libertad de los esclavos. Su Discurso de Angostura, en 1819, señala rumbos para la organización del Estado en un ambiente de libertad y justicia social. Atraviesa los Andes en 1819, y libera en Boyacá a la Nueva Granada. Crea luego la poderosa Republica de la Gran Colombia, ejemplo práctico de la integración hispanoamericana, formada por las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. Venezuela es liberada en 1821, con la batalla de Carabobo, demostración de su capacidad estratégica y táctica. En 1822 con la ayuda del General Sucre, lleva la libertad al Ecuador, donde Guayaquil ya se había independizado. Su entrevista en esa ciudad con el General San Martin es un momento culminante de la fraternidad americana. En 1824, las batallas de Junín y de Ayacucho completan la independencia del Perú y de toda Sur América. Junto con su acción guerrera, Bolívar promueve la educación, la emancipación del negro y del indio, las instituciones democráticas, la libertad de expresión. Es un gran militar y un eminente estadista, que desde 1813 lleva el título de Libertador, otorgado por el pueblo venezolano. El 19 de abril de 1810, estalla en Caracas la Revolución contra el régimen monárquico español. Se establece una Junta de Gobierno que dirige a Venezuela hacia la independencia. Bolívar es enviado en misión diplomática a Inglaterra donde defiende ante el gobierno británico la causa de la independencia. En Londres observa el funcionamiento del Parlamento y el equilibrio de los Poderes Públicos. El 3 de julio de 1811, en la Sociedad Patriótica, club revolucionario de Caracas, Bolívar, en un vehemente discurso, exige la declaración de la independencia por el Congreso, el cual lo hace el 5 de julio. En marzo de 1812, un terremoto destruye gran parte de la ciudad de Caracas. Ante el desastre, Bolívar se lanza a la calle para exhortar a los patriotas a continuar luchando sin desanimarse. Los españoles contra-atacan. Bolívar, traicionado por un oficial, pierde la ciudad fortificada de Puerto Cabello. El General Miranda capitula y cae prisionero. Bolívar busca refugio en la isla de Curazao. El 15 de diciembre de 1812, Bolívar lanza su primer gran documento político: “El Manifestó de Cartagena”, en donde expresa la necesidad de la solidaridad hispanoamericana y de la unidad de mando para obtener la victoria. En 1813, al frente de un pequeño ejército, Bolívar sale de Cartagena, cruza los Andes, derrota a los realistas y entra victorioso a Caracas. Allí, el 14 de octubre, recibe el glorioso título de Libertador. El 15 de junio de 1813, en Trujillo, declara “Guerra a Muerte” contra los españoles, a fin de separar claramente los dos bandos contendientes y reafirmar el sentimiento nacional de los venezolanos. En 1814, la Republica se pierde otra vez, los realistas avanzan sembrando la muerte y la desolación. En julio, Bolívar, seguido por miles de personas, abandona Caracas y emprende la emigración al oriente del país. Sin recurso, casi solo, se refugia en Jamaica en 1815. Allí escribe su “Carta” profética, donde a la luz de la historia analiza la situación y prevee el porvenir de Hispanoamérica, unida e integrada. En 1816, con la ayuda generosa del Presidente Petión, de Haití, Bolívar reinicia la lucha. Uno de los primeros actos al regresar a Venezuela es proclamar la libertad de los esclavos. En el Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819, Bolívar expone sus ideas republicanas y democráticas. Este documento conocido como el “discurso de Angostura” encierra una síntesis del ideario del Libertador. Hombres de la llanura caliente integran el ejército de Bolívar. Atraviesan las escarpadas montañas andinas, por desconocidos paramos, y bajo lluvias heladas, para con épico esfuerzo liberar en 1819 a la Nueva Granada. En 1819, Bolívar libera a la Nueva Granada en la batalla de Boyacá. Hace su entrada triunfal a Bogotá. Luego, regresa a Angostura, donde crea en diciembre la Gran Colombia, Republica que comprendía a las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. En 1820, se firman en Trujillo, Venezuela, un armisticio y un tratado de regularización de la guerra. Los jefes de los ejércitos, Bolívar y Morillo. Se entrevistan en Santa Ana, en busca de la paz. Venezuela y España no llegan a firmar la paz. Al reanudarse las hostilidades, el Libertador, en junio de 1821, da en Carabobo la batalla decisiva para la Independencia de Venezuela. Bolívar lleva las banderas de la libertad a otras tierras hermanas. La batalla de Bomboná, librada por él, y sobre todo la de Pichincha, ganada por el General Sucre, liberan al Ecuador. En 1822, Bolívar conoce a Manuela Sáenz, la incomparable mujer quiteña que lo acompaña casi hasta su muerte. Su profundo amor y su valor llegan incluso a salvarlo de un atentado, años más tarde. General José de San Martin Octavio Gómez (Basado en Litografía de J.B. Madou, 1828) 1950 Instituto Sanmartiniano, Buenos Aires La entrevista de Bolívar y San Martin en Guayaquil, en 1822, marca un hecho fundamental en la historia independentista americana por consolidar el ideal unificador de América presente en los dos Libertadores. Pero la guerra no ha terminado. Los españoles son muy fuertes en Perú, donde los patriotas están divididos. Llamado a ese país, Bolívar asume la tremenda responsabilidad de asegurar definitivamente su independencia. Bolívar, trabajando activamente, reorganiza el ejército, cuyo eje son sus veteranos venezolanos, con participación de peruanos y hombres de casi toda Hispanoamérica. A su cabeza, en 1824, derrota en Junín al ejército realista. En diciembre de 1824, mientras Bolívar libera a Lima, el ejército republicano comandado por el General Sucre obtiene la victoria de Ayacucho, que pone fin a la guerra de independencia hispanoamericana. REFORMADOR/VISIONARIO 1825-1830 Aun antes de la batalla de Ayacucho, Bolívar había convocado desde Lima, en diciembre de 1824, el Congreso de Panamá, cuya reunión se efectuara –sin su presencia- en 1826. El Libertador aspira a que Hispanoamérica presente un frente unido no solo ante España, sino ante las potencias imperiales, a fin de participar en el concierto mundial con una sola voz, que sea respetada. Busca igualmente estrechar los lazos espirituales, económicos, diplomáticos, culturales, que vinculan entre sí, por su común origen, a las nuevas naciones. Concluida la guerra, ha llegado la hora de acelerar la reforma social. Para la República de Bolivia, fundada en 1825, el Libertador redacta un proyecto de constitución acorde con las condiciones político-sociales de Bolivia y demás Republicas hermanas. Dicta también numerosos decretos para emancipar al indígena, promover la educación popular, proteger a la infancia abandonada, conservar los recursos naturales, fomentar el trabajo creador… Pero las ambiciones de los caudillos entorpecen primero, y luego acaban por paralizar su obra. En Caracas estalla una rebelión separatista. En Bogotá intentan asesinar al Libertador. La Gran Colombia de desintegra, mientras que su fundador, que se ha desprendido del mando, agoniza en Santa Marta. Su última proclama es un llamamiento a la racionalidad y a la unión. El 17 de diciembre de 1830, Simón Bolívar, el Libertador, entra en la inmortalidad. El congreso de Panamá, convocado por Bolívar en 1824, celebrado en 1826, sintetiza y universaliza sus ideas de unión y solidaridad hispanoamericanas. Hoy se le considera precursor de las instituciones creadas posteriormente para el entendimiento entre los pueblos. En 1825 nace una nueva República: Bolivia. Para ella, el Libertador redacta un proyecto de constitución donde condensa sus ideas para el progreso de Hispanoamérica, buscando la libertad con orden y justicia social. Inicia también importantes reformas socio-económicas: Educación popular, Protección al niño abandonado, Emancipación del indio, Conservación de los recursos naturales, Apertura de caminos, lucha contra la corrupción administrativa… un programa para el porvenir. En Venezuela estalla una rebelión, Bolívar regresa a su tierra natal y logra evitar la guerra civil en 1827. Reorganiza también la Universidad, convirtiéndola en republicana. En julio sale por última vez de Caracas. El 25 de septiembre de 1828, en Bogotá, unos conspiradores políticos intentan asesinarle. Se salva milagrosamente gracias al valor de sus edecanes y a la sangre fría de Manuela Sáenz. Conflictos internos y externos en el sur le obligan a permanecer en Quito y Guayaquil durante casi todo el año 1829. Enfermo y envejecido, lucha por mantener la unidad de la Gran Colombia. En 1829, Bolívar reitera su negativa absoluta y terminante a ceñirse la corona y en enero de 1830 ante el Congreso reunido en Bogotá, presenta su renuncia al poder supremo. Sale hacia Cartagena, con el propósito de viajar a Europa. En aquella ciudad recibe la noticia del asesinato de su amigo y colaborador el General Sucre, que le afecta profundamente. El 17 de diciembre de 1830, rodeado por fieles amigos, muere en la hacienda de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta, Colombia. Con su muerte se cierra un ciclo en la historia de Hispanoamérica. Unos días antes, el 10 de diciembre, ha firmado su última proclama. Como ser humano, perdona a sus enemigos. Como estadista, pide la unión. Es su legado para todos los pueblos de América. En 1842 los restos mortales de Bolívar fueron conducidos a su ciudad natal. Encabezaban la Comisión los representantes de Venezuela, acompañados por delegados de varias naciones de América y de Europa. Era el reconocimiento universal y definitivo de su grandeza como dirigente de la lucha por la independencia y la libertad de Hispanoamérica. Hoy, sus cenizas reposan en el Panteón Nacional de Caracas, en medio del unánime respeto de los pueblos que él libertó y de todos aquellos que en cualquier región del mundo ven en la libertad uno de los derechos inalienables del ser humano. Nacido rico, consumió su fortuna en la revolución. No buscó el poder por el poder mismo, sino para servir al pueblo. Por esto, al terminar la guerra inició profundas reformas sociales que las circunstancias truncaron. Mucho de lo que él propuso y proyectó está todavía por hacer. En sus escritos se encierra todo un programa de reforma social, digno de ser estudiado por las generaciones de hoy y de mañana. En 1820 promovió medidas para humanizar la guerra, que le convierten en un precursor de la acción filantrópica de la Cruz Roja Internacional. Le daba una gran importancia a la educación popular, como un factor básico de convivencia en el interior de cada país, y de las naciones entre sí. Durante toda su vida, impulsó y defendió la integración latinoamericana, cuyos cimientos echó con el Congreso de Panamá, convocado por él. Pero su mente iba aún más lejos, y preveía la creación de Organismos Internacionales que permitiesen un fecundo dialogo entre las diversas culturas y las regiones del Mundo. Este es su legado universal, que hoy empieza a fructificar.
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A propósito de esta muestra, que el Museo “Carmelo Fernández” presenta actualmente en su espacio de la Sala 01, el autor expresa que “… a través de mis trabajos tridimensionales invito al espectador a percibir sensaciones: de dolor, pesadez, simplicidad, complejidad, tristeza, alegría, vacíos, solidez, movimiento, inamovilidad, calma, dinámica…, es decir, diversas emociones a través de elementos tan sencillos como la línea, la forma y el volumen. Con la consecuencia directa que la acción de la luz y la sombra generan sobre este ultimo elemento; produciendo a su vez diferentes efectos en la estructuración de las composiciones, bien sea para estilizarlas o para hacerlas mas complejas…”. Agrega el artista que “…la temática va dirigida esencialmente a la figura humana, a lo antropomórfico; expresión genérica cuyos rasgos también se transmiten o se pueden visualizar en las formas abstractas, que nos remiten a elementos creados, no existentes. Como una expresión de la creación producida por las ideas en conflicto y por los sentimientos; llevados luego a la materialización a través de las formas escultóricas y a partir del estudio y el análisis de los materiales y su vinculación con la técnica. Todo ello como paso previo para concretar las ideas como consecuencia del pensar y experimentar a lo largo de mi vida…”. Roberto James nacido en San Felipe en el año 1961, egresó de la Escuela de Artes Plásticas “Carmelo Fernández” en el año 1981. Con una fructífera carrera como artista y como docente en la misma escuela donde se formó; desarrolló una extraordinaria habilidad para el dibujo y para el uso y la aplicación del color, lo que devino en una producción pictórica emparentada con un surrealismo sencillo, amable, natural, sin las estridencias, ni el desparpajo, sin la irreverencia propia de los artista jóvenes; pero lleno de un simbolismo que refleja su permanente preocupación por la naturaleza, el ambiente y el hombre como elemento dual que se premia y se flagela a un mismo tiempo. Ahora, esa pasión por el volumen ya entre vista en sus pinturas, la vuelca en una producción escultórica de pequeño y medio formato, donde busca sus formas a partir de lo concreto y de lo abstracto a un mismo tiempo; experimentando con materiales diversos, con texturas variadas que generan conexiones infinitas, con tintes y opacidades; fiel reflejo de una preocupación permanente por el equilibrio, no solo de las formas sino también de los acabados. Todo ello como una alusión posible al equilibrio del ser humano en su tránsito por un mundo cada vez más amenazado, cada vez más atacado. RPT/06/2013
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Museo Carmelo FernándezEl Museo “Carmelo Fernández”, es una institución museística de carácter multidisciplinario, orientada a la investigación, recolección, fomento y difusión de las artes plásticas regionales, dentro del contexto de ARTE VENEZOLANO. Exposiciones MCF
Diciembre 2013
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